Declaración de la Liga Comunista Internacional
¡Defender a Irak contra el ataque imperialista de EE.UU. y sus aliados!
¡Abajo el bloqueo hambreador de la ONU!

La siguiente declaración fue emitida el 23 de octubre de 2002.

El imperialismo estadounidense está conduciendo al mundo a la guerra. Decenas de miles de tropas estadounidenses y británicas se están posicionando para un ataque a gran escala contra Irak, en tanto que otras potencias, desde Australia hasta Turquía, se dan de codazos para tener un papel en la masacre y recibir una parte del botín. La Casa Blanca ha revelado ya sus planes para una ocupación militar de Irak después de la caída de Saddam Hussein. Con ver el baúl bélico de armas nucleares que EE.UU. posee y que hoy día amenaza con utilizar, queda claro que el destino de la vida en este planeta está amenazado por la existencia de este orden imperialista.

En la guerra contra Irak, la Liga Comunista Internacional (Cuartainternacionalista) toma claramente un lado: estamos por la defensa militar de Irak sin darle un miligramo de apoyo político al régimen de Saddam Hussein. Hussein es un sangriento opresor de los obreros e izquierdistas iraquíes, los musulmanes chiitas, el pueblo kurdo y otros. Como tal, fue cliente y aliado cercano del imperialismo estadounidense por casi dos décadas antes de que tratara de tomar Kuwait en 1990. Ahora, EE.UU. quiere un régimen más flexible y un control más estrecho sobre la válvula del petróleo, no en poca medida para racionar a sus rivales económicos como Japón y Alemania, que son más dependientes del petróleo del Medio Oriente. Con su renovada beligerancia hacia Corea del Norte, Washington deja claro que ese país será el siguiente en la lista en caso de que obtenga una victoria sencilla en Irak. El hecho de que los imperialistas no amenacen todavía con bombardear Corea del Norte en respuesta a las noticias de que puede estar desarrollando capacidad nuclear, sólo subraya que las armas nucleares son la única garantía de soberanía que puede tener un país en el mundo actualmente. Cada victoria para los imperialistas en sus guerras de depredación alienta nuevas aventuras militares; cada revés contribuye a las luchas de los trabajadores y los oprimidos.

La colosal ventaja militar de los Estados Unidos sobre el Irak neocolonial —un país que ya ha sido desangrado a lo largo de doce años de sanciones de la ONU, que han matado a millón y medio de civiles— subraya la importancia de la lucha de clases en los centros imperialistas como el principal medio para darle contenido al llamado a defender a Irak. Cada huelga, cada movilización obrera en contra de los planes bélicos, cada protesta masiva en contra de los ataques a los obreros y las minorías, cada lucha contra la represión en casa y contra los ataques hacia las libertades civiles, representa una abolladura en la campaña bélica de los imperialistas. Para ponerle fin a la guerra de una vez por todas, el sistema capitalista que la engendra debe ser barrido a través de una serie de revoluciones y la instauración a escala mundial de una economía socialista, planificada, igualitaria y racional. ¡El antiimperialismo en el extranjero significa lucha de clases en casa! ¡Defender a Irak contra el ataque imperialista!

El grado en el que los aliados de Washington en las Naciones Unidas y especialmente Alemania han criticado abiertamente las rabiosas provocaciones del gobierno de Bush en el Medio Oriente da una medida del crecimiento de las tensiones entre las potencias imperialistas en años recientes. Pero aunque ponen objeciones a los malos modales de la bota vaquera estadouni-dense que tienen en el cuello, todos los estados imperialistas subordinados accederán a los decretos del amo de las clases dominantes capitalistas, el imperialismo estadounidense, porque carecen de la fuerza para oponerse a EE.UU. y quieren ser recompensados al menos con una parte del botín. Como afirmó sin rodeos un oficial de la compañía petrolera francesa TotalFinaElf: “Queremos el petróleo y queremos estar en el juego de reconstruir al país. Si hubiera un nuevo régimen y no hubiéramos estado con los estadounidenses, ¿dónde estaríamos?”

La guerra: continuación de la política por otros medios

La clase dominante estadounidense manipuló cínicamente la aflicción y el horror sentidos por millones de personas ante el ataque criminal y demente contra el World Trade Center para llevar a cabo la guerra contra Afganistán. Pero el consenso patriótico en EE.UU. está cada vez más gastado y en otras partes hay una oposición masiva hacia la guerra contra Irak. La guerra exige paz social, y desde Los Ángeles hasta Londres, los belicosos imperialistas quedan expuestos como salvajes rompesindicatos y rompehuelgas en casa. Afirmando que una huelga “amenazaría la seguridad nacional”, el gobierno de Bush ha dejado caer la fuerza del estado capitalista para obligar al poderoso sindicato estadounidense de trabajadores portuarios, el ILWU, a trabajar bajo las órdenes de la asociación patronal rompesindicatos. Del otro lado del mar, los bomberos británicos se enfrentan a las amenazas del ejército de romperles la huelga. Los mercados bursátiles en caída libre le arrancan sus pensiones a millones de obreros mientras que la codicia insaciable de las corporaciones queda expuesta en escándalos públicos. Decenas de miles de trabajadores, incluyendo a la fuerza laboral entera en varias plantas de Fiat en Italia, se enfrentan a un futuro en el que serán amputados como si fueran una extremidad llena de gangrena por los dueños, que buscan proteger sus márgenes de ganancia en medio de la crisis económica capitalista. Las libertades civiles han sido hechas trizas y los capitalistas han intensificado su ataque contra la asistencia social y otras conquistas arrancadas a través de décadas de luchas obreras.

En todas partes, la cacería de brujas antiinmigrante ha sido azuzada al máximo en un esfuerzo por parte de los gobernantes capitalistas para desviar las luchas obreras sirviéndose del racismo y la xenofobia. La histeria contra los inmigrantes ocasiona una marea de sangre, conforme miles de refugiados desesperados mueren intentando cruzar la frontera hacia EE.UU. desde México, o intentando desembarcar de un precario bote en las costas de Australia o Europa. Habiendo atraído amplias cantidades de inmigrantes cuando se necesitaba mano de obra, frente a la recesión las burguesías de Europa Occidental no necesitan más inmigrantes que sirvan como fuente de mano de obra barata. Todo esto muestra claramente que el sistema capitalista es la mayor amenaza contra los trabajadores en todas partes. Hace una década, los gobernantes se pavonearon por la supuesta “muerte del comunismo”. Pero el capitalismo ha llevado al mundo a un callejón sin salida que la guerra contra Irak ilumina con el aterrador resplandor de los misiles cruzando el cielo nocturno. La lucha por el comunismo auténtico (no su perversión estalinista) mediante el instrumento de partidos obreros revolucionarios es el único camino hacia adelante.

En EE.UU., ni siquiera el patriotismo aturdidor y el pesado puño de la represión estatal han inducido a las masas a aceptar una guerra contra Irak. En Europa, cientos de miles de obreros y jóvenes antiimperialistas han manifestado su oposición a esta guerra. El problema es que las protestas contra la guerra en Europa han sido todas canalizadas en una dirección chovinista nacional: la de buscar que los “propios” gobernantes de uno se enfrenten con los estadounidenses. En EE.UU., los liberales y los izquierdistas opuestos a la guerra lanzan quejidos pidiendo “Dinero para empleos, no para la guerra” y de ese modo alimentan la mentira de que las prioridades fundamentales de los gobernantes capitalistas pueden ser alteradas de forma que sirvan a los intereses de los trabajadores.

La verdad es que el sistema capitalista entero se basa en la extracción de ganancias para los dueños de los medios de producción a través de la explotación y la subyugación de los obreros que producen la riqueza de la sociedad. La guerra es una expresión concentrada de esto, ya que las clases capitalistas gobernantes se esfuerzan para robar recursos naturales, delimitar nuevos mercados para la exportación del capital y obtener nuevas fuentes de mano de obra barata. El líder de la Revolución Rusa, V.I. Lenin, enfatizó la diferencia entre el pacifismo burgués que adormece a las masas y embellece la “democracia” capitalista, y la sed de paz de las masas. Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial interimperialista, Lenin escribió:

“En el momento actual, la propaganda en favor de la paz que no contenga un llamado a favor a las acciones revolucionarias de masas sirve sólo para sembrar ilusiones, corromper al proletariado, inculcándole ilusiones en el humanitarismo de la burguesía y convertirlo en juguete en manos de la diplomacia secreta de los países beligerantes. Es sobre todo profundamente errónea la idea de que sin una serie de revoluciones es posible la pretendida paz democrática.”

—“La conferencia de los grupos en el extranjero del POSDR”, febrero de 1915 (Obras completas, tomo XXII)

En las guerras entre los depredadores y saqueadores imperialistas y sus víctimas coloniales y semicoloniales, el proletariado tiene lado. Como enfatizó Lenin en su folleto de 1915, El socialismo y la guerra: “Si, por ejemplo, mañana Marruecos declarase la guerra a Francia, la India a Inglaterra, Persia o China a Rusia [zarista], etc., estas guerras serían guerras ‘justas’, guerras ‘defensivas’, cualquiera que fuese el país que atacara primero, y todo socialista desearía la victoria de los Estados oprimidos, dependientes, de derechos mermados, en la lucha contra las ‘grandes’ potencias opresoras, esclavistas y expoliadoras” (Obras completas, tomo XXII).

Hay oportunidades palpables de organizar una oposición centrada en la lucha de clases contra la guerra imperialista y de romper con los estrechos límites nacionalistas y economicistas de las huelgas contenidas por los lugartenientes obreros del capital. Durante la guerra de 1999 de EE.UU. y la OTAN contra Serbia, los sindicatos italianos de COBAS organizaron una huelga general política con un millón de participantes en contra de la guerra. Los obreros de Fiat que hoy luchan contra los cierres de plantas en Italia organizaron una campaña de ayuda material —una campaña que todas las secciones de la LCI apoyaron activamente— para sus hermanos de clase en la planta automotriz yugoslava de Zastava, que había sido bombardeada por los imperialistas. El año pasado, los trabajadores portuarios japoneses de Sasebo mostraron el camino hacia adelante negándose a transportar implementos militares japoneses destinados a la guerra en Afganistán. Actualmente, los valientes obreros turcos en la base aérea estadounidense de Incirlik, que según lo planeado servirá como una importante plataforma de lanzamiento de la guerra contra Irak, amenazan con una huelga.

Lo esencial es trazar una línea de clases y desencadenar a los trabajadores y a la juventud antiimperialista de los políticos burgueses, sus agentes en los sindicatos y sus sirvientes de izquierda, que buscan encauzar el justificado odio contra la guerra hacia ilusorios llamados en favor de reformas parlamentarias al sistema impulsado por las ganancias que engendra la guerra y, en Europa Occidental, hacia el apoyo a sus propias burguesías nacionales contra los estadounidenses. En el corazón de la bestia imperialista, la Spartacist League/U.S., sección estadounidense de la LCI, ha mostrado el camino hacia adelante con contingentes internacionalistas revolucionarios en las protestas contra la guerra. Exigimos: ¡Por lucha de clases contra los gobernantes capitalistas estadounidenses! ¡Defender a Irak contra el ataque imperialista! ¡Abajo el bloqueo hambreador de la ONU! ¡Todas las tropas estadounidenses, de la ONU y de los demás imperialistas fuera del Golfo Pérsico y del Medio Oriente!

La doctrina Bush: Los principales policías nucleares del mundo

En septiembre, la administración Bush hizo pública su “Estrategia de seguridad nacional”, una bomba diplomática que consagra el principio de la guerra “preventiva”, incluso con armas nucleares, contra cualquiera que se le ponga en el camino a EE.UU. y declara que ninguna potencia remontará jamás la enorme ventaja militar que EE.UU. ha alcanzado desde que la Unión Soviética fue destruida a través de la contrarrevolución capitalista en 1991-92. (El presupuesto militar estadounidense es ahora mayor que el de los siguientes 19 países juntos.) Esta amenaza está dirigida en primer lugar contra China, así como contra los rivales imperialistas de EE.UU. Esta nueva política representa un cambio significativo en la manera en la que EE.UU. ha dominado al mundo desde que emergió triunfante de la primera y la segunda guerras mundiales interimperialistas sobre sus rivales. Por décadas, EE.UU. ha envuelto su absoluto bandidaje en el disfraz de la “democracia” y la “liberación” de la gente de “las dictaduras”. Las Naciones Unidas con frecuencia han servido de hoja de parra “humanitaria” para el terror y la destrucción que ha desatado el imperialismo estadounidense a lo largo y ancho del mundo, desde la Guerra de Corea de 1950-53 hasta el bloqueo hambreador contra Irak.

Las quejas de los socialdemócratas y los falsos izquierdistas europeos respecto de la “unilateralidad” de EE.UU. no representan ninguna oposición clasista al imperialismo estadounidense; representan tan sólo los chillidos de estados menos poderosos y sus apologistas, que quieren un trozo más grande del botín y preferirían ser tratados de forma menos grosera. Sus maniobras en la ONU son en esencia juegos de poder para presionar un poco a los EE.UU., buscando satisfacer sus propios intereses nacionales. Lenin llamaba “guarida de ladrones” a la predecesora de la ONU, la Liga de las Naciones, y actualmente la ONU sirve para el mismo propósito: regular las disputas globales dentro del marco establecido por las potencias imperialistas más poderosas, cubriendo todas sus maniobras como misiones de “pacificación”. Hoy en día, EE.UU. se siente lo suficientemente confiado para dejar caer esta máscara y gruñir una advertencia directa: “haz lo que digo o podrías ser el siguiente”. Y de hecho lo hacen, ¡accediendo a exentar al ejército estadounidense de los tribunales internacionales que juzgan crímenes de guerra y accediendo también a las apelaciones de EE.UU. a los iraquíes para que asesinen a su jefe de estado!

El cambio de política de la Casa Blanca no es meramente una cuestión de semántica o de ausencia de sutilezas diplomáticas. Es la forma que ha tomado el “nuevo orden mundial” que surgió de la caída de la Unión Soviética. La Unión Soviética era la tierra natal de la Revolución de Octubre de 1917, la primera, y hasta ahora la única, revolución obrera victoriosa en el mundo. El sistema de explotación capitalista fue derrocado y remplazado por una economía planificada y colectivizada. Sin embargo, en ausencia de revoluciones socialistas en Alemania y otros países industriales avanzados, el joven estado obrero permaneció empobrecido y rodeado de potencias imperialistas hostiles, y los propios obreros soviéticos fueron políticamente expropiados por una casta burocrática conservadora, similar a la burocracia obrera que descansa sobre los sindicatos en los países capitalistas. León Trotsky, codirigente junto con Lenin de la Revolución de Octubre, luchó contra la degeneración burocrática de la Unión Soviética bajo Stalin y luchó por devolver a la Unión Soviética al camino del internacionalismo revolucionario. En 1933, Trotsky llamó por una revolución política para expulsar a la burocracia, al tiempo que seguía insistiendo que era deber del proletariado internacionalmente defender militarmente al primer estado obrero del mundo de los intentos internos o externos de restauración capitalista.

A pesar de la deformación estalinista, la Unión Soviética era el motor industrial y militar de todos los estados que derrocaron el dominio capitalista, desde Vietnam hasta Cuba. Sin el poderío militar soviético que lo contenga, el imperialismo estadounidense ha estado desbocado, expandiendo su presencia militar en cada continente y cada mar. Las rivalidades interimperialistas, que generalmente se subordinaban a la causa común de destruir la Unión Soviética, han pasado a un primer plano. La reelección del canciller alemán Gerhard Schröder sobre la base de su posición antiamericana sobre el conflicto en Irak (la primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en la que la Alemania capitalista ha expresado su abierta oposición a una política estratégico-militar estadounidense de importancia) es una indicación del creciente cisma en el campo imperialista. Otra es el cortejo hacia Corea del Norte por parte de Japón en septiembre, en desafío del objetivo de Bush de matar de hambre y poner en cuarentena a ese “estado delincuente”. Fox, el presidente mexicano que quiere ser el hombre de Bush en América Latina, ni siquiera puede lograr que le arrojen una migaja diplomática de la mesa de Washington en premio por sus servicios. Durante la Guerra del Golfo de 1991, Alemania y Japón pagaron, ellos solos, más del 25 por ciento del costo de la guerra, en tanto que otros aliados de EE.UU. (como Arabia Saudita) cubrieron casi todo lo demás. Sin embargo, Schröder jura que está vez no pagará ni un pfennig y Japón ha puesto en claro que tampoco planea contribuir. La recesión económica que cada vez se hace más profunda está exacerbando las tensiones entre los países de Europa Occidental, Estados Unidos y Japón. Las guerras comerciales económicas entre los bloques rivales y dentro de los mismos por la obtención de porciones más grandes del mercado mundial, conducirán en última instancia a conflictos militares.

Actualmente, EE.UU. tiene la mira puesta en arrebatar y controlar una porción mayor de la riqueza petrolera del Medio Oriente, pero el premio que busca en última instancia es China. Envalentonado por la contrarrevolución capitalista en la antigua Unión Soviética, EE.UU. está incrementando la presión militar contra China —desde la expansión de las bases estadounidenses en las Filipinas hasta el establecimiento de nuevas bases en la frontera afgana—. Al mismo tiempo, EE.UU. y otros imperialistas, al igual que los capitalistas chinos de ultramar, promueven las incursiones del mercado capitalista en las “Zonas Económicas Especiales” para la explotación de libre mercado en el corazón del estado obrero deformado chino. China es uno de los siete blancos potenciales en la mira de los planes estadounidenses para un ataque nuclear preventivo, según se explica en la “Reseña de la postura nuclear” que publicó el Pentágono a principios de este año. A pesar de ello, la miserable burocracia estalinista de Beijing endosó la “guerra contra el terrorismo” de EE.UU. en Afganistan. Además, hay elementos de la burocracia que buscan convertirse en una nueva clase capitalista dominante, auxiliando a los imperialistas y a la burguesía china de ultramar en su penetración económica de China. El terrible revés sufrido en todos los niveles del progreso humano, desde la mortandad infantil y la esperanza de vida hasta la taza de alfabetización, a partir de la contrarrevolución capitalista en la antigua Unión Soviética y en Europa Oriental es una advertencia para las masas trabajadoras chinas de que entregarse al “libre mercado” significa caer de lleno en la explotación capitalista y en la miseria —y más aún en el caso de China, con sus amplias extensiones de atraso económico—. Están en riesgo las conquistas de la Revolución China de 1949, que sacó a China del yugo de la dominación imperialista, terminó con la esclavitud de la mujer y mejoró enormemente las condiciones de vida de las masas obreras y campesinas a través de la creación de una economía planificada y colectivizada. Nosotros los trotskistas luchamos por la defensa militar incondicional de China —al igual que de Corea del Norte, Vietnam y Cuba— contra el ataque imperialista y la contrarrevolución interna, al tiempo que luchamos por la revolución política proletaria para expulsar a las traicioneras burocracias estalinistas que socavan los estados obreros.

La LCI empleó todos los recursos a su alcance en la lucha para detener la contrarrevolución capitalista en la antigua Unión Soviética, y en Alemania Oriental un poco antes. En ese entonces, buscamos reimplantar el comunismo auténtico de los bolcheviques de Lenin y llevar a la clase obrera el brillante análisis de Trotsky sobre el carácter contradictorio de los estados obreros deformados, para poder construir partidos revolucionarios internacionalistas que funcionaran como el instrumento necesario para defender las viejas conquistas y obtener otras nuevas. No tuvimos éxito, pero el amargo resultado de la victoria del capitalismo —un mundo mucho más peligroso de guerras y explotación imperialista desatada— hace que las luchas inmediatas resulten mucho más urgentes y fortalece nuestra determinación. En contraste, prácticamente toda la “izquierda” aulló al lado de los lobos imperialistas, al respaldar las fuerzas de la contrarrevolución en la Unión Soviética y los estados obreros deformados de Europa Oriental. Al hacerlo, expresaron su acercamiento con sus burguesías nacionales. De ese modo, no es sorprendente que, reflejando el incremento en las diferencias entre las principales potencias imperialistas, estos “izquierdistas” hayan actuado como tamborileros a favor de los “derechos humanos” en apoyo de sus gobernantes imperialistas contra Serbia en 1999 y hoy adopten una postura “contra la guerra” que no es sino una fachada rosa para los intereses nacionales de sus propias clases capitalistas dominantes.

La falsa izquierda marcha al ritmo de sus propios gobernantes capitalistas

Es correcto oponerse al imperialismo estadounidense, pero promover la idea de que los imperialistas europeos son más benévolos y progresistas que sus rivales estadounidenses no es sino vil socialchovinismo. Sin embargo, ésta es precisamente la moneda falsa de la “izquierda” europea. De ese modo, la italiana Rifondazione Comunista (RC), la Ligue Communiste Révolutionnaire (LCR) francesa y los británicos Socialist Workers Party (SWP) y Workers Power (WP), entre otros muchos, firmaron un llamado “A todos los ciudadanos de Europa y todos sus representantes” que proclama:

“Quienes muestren solidaridad con el pueblo de Irak no serán escuchados en la Casa Blanca. Pero tenemos la oportunidad de influenciar a los gobiernos europeos —muchos de los cuales se han opuesto a la guerra—. Llamamos a todos los jefes de estado europeos a que se opongan públicamente a esta guerra, tenga o no el respaldo de la ONU, y a que exijan que George Bush abandone sus planes de guerra.”

¡Qué apelación más conmovedora a la burguesía alemana de Auschwitz, a los imperialistas franceses que bañaron en sangre a Argelia, a los británicos que saquearon al subcontinente indio y dividieron el Medio Oriente, y cuyas tropas imperialistas reprimen brutalmente a los católicos en Irlanda del Norte! ¿Y qué hay de los actores secundarios de hoy, como los belgas, cuya ocupación colonial del Congo no tuvo rival en su brutalidad, o los holandeses, que subyugaron a Indonesia y también estuvieron involucrados en el tráfico de esclavos intercontinental? Y no hay que olvidar que fue la burguesía italiana la que puso campos de concentración en Libia y la que utilizó gas venenoso contra la población etíope. Además, este sangriento pasado colonial pavimentó el camino para la represión contra los inmigrantes de piel oscura por parte de los gobernantes actuales de Europa Occidental, desde el racista Rasterfahndung (un sistema que usa computadoras para fichar a las personas por su raza, principalmente a los inmigrantes musulmanes) en Alemania, hasta el terror policiaco racista institucionalizado de la campaña francesa de “Vigipirate”, las muertes por ahogamiento de refugiados albaneses que viajaban en bote provocadas por Italia, las deportaciones de personas en busca de asilo por parte de Gran Bretaña y un muy largo etcétera.

Posiblemente los “izquierdistas” firmantes de la declaración citada anteriormente sienten que sus amos imperialistas les “deben” una. Después de todo, ellos de hecho ayudaron a colocar en el poder gobiernos reaccionarios a lo largo de Europa. El SWP británico se declaró “encantado” cuando Tony Blair, el perro faldero de Bush, se convirtió en Primer Ministro por primera vez. La LCR francesa hizo una vigorosa campaña “en las calles y en las urnas” para “poner alto a Le Pen” y colocar en el poder al gaullista de derecha Jacques Chirac. El grupo cliffista alemán, Linksruck, ayudó a poner una vez más en el poder a Schröder (que aprovechó la Guerra de los Balcanes para convertirse en el primer hombre en enviar tanques del Bundeswehr fuera de Alemania desde Adolf Hitler) como un candidato antiestadounidense “a favor de la paz”. El líder de la RC italiana, Bertinotti, suelta palabrería que suena izquierdista acerca de una “huelga general europea a favor de la paz” (excluyendo notoriamente a los trabajadores estadounidenses), mientras apela simultáneamente a los jefes de estado europeos, incluyendo al derechista Berlusconi (que está aliado con los fascistas) para que se opongan a la guerra. En los hechos, Bertinotti está llamando a “una huelga a favor de la paz” por parte de los gobiernos capitalistas. Proposta y Falcemartello (la rama italiana de los grantistas británicos), acurrucados al interior de RC, se niegan a tomar un lado y defender a Irak, y promueven manifestaciones contra las bases militares estadounidenses sin dirigirse al imperialismo italiano. De hecho, Proposta respaldó al anterior gobierno de RC y la coalición “Ulivo” que invadió Albania en 1997. En el ciberespacio, Workers Power y su League for a Revolutionary Communist International (LRCI) llaman a “defender a Irak”, pero en las calles de Gran Bretaña hicieron campaña a favor de Tony Blair, que lleva a cabo la guerra contra Irak. Workers Power hizo campaña abiertamente a favor de la derrota de Serbia a manos del Ejército de Liberación de Kosovo —un instrumento del imperialismo de la OTAN durante la Guerra de los Balcanes— y apareció en una manifestación en Londres que incluía prominentemente el llamado “¡Buena suerte OTAN!”. WP también hizo la declaración demente de que “en la secuela de la victoria de la OTAN en Kosovo, una situación prerrevolucionaria está madurando” (“La lucha para derrocar a Milosevic en Serbia”, declaración de la LRCI, 11 de agosto de 1999).

En Gran Bretaña, el SWP cliffista saca espuma por la boca contra la “guerra de Bush” y, sin embargo, apoyó la entrada de tropas imperialistas británicas a Irlanda del Norte en 1969 ¡y todavía no puede decidirse a exigir su retiro inmediato incondicional! Aunque ocasionalmente denuncian a las Naciones Unidas en sus periódicos, varios afiliados internacionales de la tendencia de Cliff constituyen el ala derecha del movimiento contra la guerra y criminalmente crean ilusiones en la ONU, cuyas sanciones contra Irak son un acto de guerra asesino. En 1990-91, el SWP organizó el Committee to Stop the War in the Gulf [Comité para detener la guerra en el Golfo] dirigido por Tony Benn, quien apoyó las sanciones de la ONU. Ahora, Linksruck ha publicado una petición en su sitio de Internet: “Apelamos al Gobierno Federal Alemán con gran preocupación: ¡Hay que hacer todo lo posible en el marco de la ONU en respuesta a los EE.UU. para evitar la amenaza de guerra!”

En Australia, la International Socialist Organisation (ISO) anunció en el número del 4 de octubre del Socialist Worker que respalda la Victorian Peace Network (VPN), un grupo contra la guerra que afirma: “Las resoluciones de la ONU sobre el desarme y los derechos humanos sólo funcionarán si son aplicadas de manera pareja, sin miedos ni favoritismos. Todas las potencias nucleares y todos los estados del Medio Oriente deben abolir sus reservas de armas químicas, biológicas y nucleares.” Éste es un llamado abiertamente proimperialista por el desarme de Irak frente al inminente ataque estadounidense y británico. Por lo que respecta a los imperialistas, sólo serán desarmados cuando sean expropiados por revoluciones obreras victoriosas. Colgándose de los faldones de liberales como el VPN, la ISO termina de nuevo en el campo del imperialismo.

De forma similar, el marcyista Workers World Party (WWP) de Estados Unidos habla de forma un poco más izquierdista en su periódico, pero en la práctica dedica sus esfuerzos a subordinar al movimiento contra la guerra a los políticos capitalistas en el Partido Demócrata del racismo y la guerra. El WWP promueve a Ramsey Clark, que fue policía en jefe en la administración de Lyndon Johnson durante la Guerra de Vietnam y hoy exige que el imperialismo estadounidense “nos guíe en el camino hacia la paz”.

Las bases militares estadounidenses a lo largo de Europa y Asia, al igual que las instalaciones de espionaje de alta tecnología como Pine Gap en Australia, se han convertido en blancos dignos de las protestas contra la guerra efectuadas por izquierdistas y sindicatos. Sería bueno que EE.UU. fuera privado de sus plataformas internacionales de lanzamiento para la guerra contra Irak. Pero, sin importar toda la palabrería electorera del canciller alemán Schröeder contra la guerra en Irak, es altamente improbable que interfiera de modo alguno con las principales bases aéreas o instalaciones militares estadounidenses a lo largo de Alemania, que alojan a unas 70 mil tropas estadounidenses. Lo que necesitamos no es un “movimiento contra la guerra” de apoyo socialchovinista a la “propia” burguesía de uno, sino una oposición revolucionaria, proletaria e internacionalista a las bases de EE.UU. y la OTAN. El Partido Obrero Espartaquista, sección alemana de la LCI, llama por el retiro inmediato de todas las tropas alemanas de los Balcanes, Afganistán y el Medio Oriente. Y mientras que gran parte de la izquierda hizo campaña a favor de la intervención imperialista en Timor Oriental en 1999, la Spartacist League/Australia se opuso a la presencia militar australiana allí desde el principio.

El grupo francés Lutte Ouvrière (L.O.) parece haberse separado del pantano e incluso denunció “la total hipocresía de los estados europeos respecto del incremento en el belicismo de Bush” (Lutte Ouvrière, 6 de septiembre). Sin embargo, L.O. no ofrece perspectiva alguna para una contienda contra la guerra basada en la lucha de clases, y mucho menos contra el reflejo local de esta campaña bélica: el incremento en el terror de estado policiaco contra los inmigrantes, los sans-papiers (inmigrantes indocumentados) y los jóvenes de “segunda generación”. L.O. ha oscilado salvajemente en los últimos meses, yendo desde el apoyo grotesco a las “huelgas” policiacas y los llamados por más policías en los barrios pobres hasta la oposición a la brutalidad policiaca. Sin embargo, en lo que es consistente L.O. es precisamente en su firme negativa a luchar por cualquier otra cosa que no sean las demandas económicas más estrechas del proletariado. De manera increíble, en meses de volantes fabriles de L.O. no puede encontrarse ni una palabra contra el racismo antiinmigrante, pero sí pueden encontrarse muchos de sus eternos balbuceos reformistas acerca de “prohibir los despidos”. De ese modo, L.O. cumple con su parte para atar a los obreros a los explotadores con la mentira de que el sistema capitalista de algún modo puede ser regulado bajo un “buen” gobierno para que sea “humanitario”.

En su compendio clásico contra la guerra, El socialismo y la guerra, escrito en 1915 en el crisol de la Primera Guerra Mundial, Lenin escribió:

“El contenido ideológico y político del oportunismo y del socialchovinismo es el mismo: la colaboración de las clases en lugar de la lucha entre ellas, la renuncia de los medios de lucha revolucionarios y la ayuda a ‘sus’ gobiernos en su difícil situación, en lugar de sacar partido de esas dificultades en interés de la revolución.”

De hecho, el apoyo de los seudomarxistas a sus propios gobernantes, como si fueran más morales o humanos que la burguesía estadounidense, es el mismo argumento que usaron los socialdemócratas alemanes como “justificación” para “defender a la patria” y votar a favor de los créditos de guerra para el Kaiser en 1914. Este abandono de la perspectiva marxista fundamental de clase contra clase —encapsulada en el llamado inequívoco de El Manifiesto Comunista: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”— impulsó a Lenin a arrancarse la camisa sucia de la II Internacional y a construir una nueva III Internacional comunista. La traición de los socialdemócratas hizo que Lenin se diera cuenta que el oportunismo tenía una base material en el movimiento obrero mismo, particularmente entre los funcionarios sindicales que ataban su destino al sistema capitalista. La mayor contribución de Lenin al marxismo fue su conclusión de que la ruptura decisiva con los oportunistas era la precondición para que el proletariado luchara por sus propios intereses de clase y por su propio dominio de clase. Compárese este entendimiento con el oportunismo fundamental de grupos como el Comité por una Internacional de los Trabajadores de Peter Taaffe, encabezado por el Socialist Party británico, que ocasionalmente puede hacer declaraciones que suenan ortodoxas acerca de que el capitalismo es la raíz de la guerra, pero que está comprometido a apoyar a socialdemócratas como el Partido del Socialismo Democrático alemán.

Lenin explica en El socialismo y la guerra:

“Hoy la unidad con los oportunistas significa de hecho la subordinación de la clase obrera a ‘su’ burguesía nacional y la alianza con esta burguesía para la opresión de otras naciones y para la lucha por los privilegios propios de una gran potencia, constituyendo, al mismo tiempo, la escisión del proletariado revolucionario de todos los países.”

Lenin concluye que la tarea inmediata consiste en:

“[U]nir a estos elementos marxistas —por poco numerosos que sean al principio—, en recordar en su nombre las olvidadas palabras del verdadero socialismo y exhortar a los obreros de todos los países a que rompan con los chovinistas y se agrupen bajo la vieja bandera del marxismo.”

El Medio Oriente, detonador para una Tercera Guerra Mundial

Para movilizar plenamente y de manera efectiva a los obreros y a los trabajadores rurales de Irak contra el imperialismo estadounidense, es necesario que el régimen iraquí sea derrocado y remplazado por un gobierno de consejos (soviets) obreros y campesinos como el que fue establecido por la Revolución Bolchevique Rusa de 1917 bajo la dirección de Lenin y Trotsky. De ese modo, un partido leninista-trotskista en Irak hoy en día buscaría combinar la lucha por la independencia nacional contra el militarismo estadounidense con una revolución social contra los capitalistas y los terratenientes iraquíes. Los líderes árabes a través del Medio Oriente temen que una invasión estadounidense de Irak encienda el descontento social en sus propios países. Mientras tanto, Israel continúa golpeando a los palestinos, haciendo pedazos toda estructura básica de la sociedad en los Territorios Ocupados y planteando la muy real posibilidad de una expulsión masiva de los palestinos. La guerra dirigida por EE.UU. contra Irak podría proporcionar una “cubierta” a los planes genocidas de Sharon. Turquía teme que la destrucción del régimen de Saddam Hussein pueda incitar una lucha por parte del pueblo kurdo en Irak —y Turquía— por sus derechos nacionales. El Medio Oriente es un mosaico de estados artificiales cuyas fronteras fueron literalmente dibujadas por los imperialistas para que se adecuaran a sus apetitos coloniales, incluyendo el control de las vitales reservas petroleras.

La dominación imperialista ha reforzado el atraso social y la brutal represión contra las mujeres, los homosexuales y las minorías étnicas y religiosas en el Medio Oriente. La “guerra santa” antisoviética del imperialismo estadounidense en Afganistán en los años 80, junto con la bancarrota del nacionalismo árabe y las traiciones nacionalistas de los partidos comunistas estalinistas, ayudó, y no en poca medida, a alimentar el asenso del fundamentalismo islámico en el Medio Oriente. En tanto que buena parte del resto de la izquierda marchó detrás de los imperialistas y en contra de la Unión Soviética en Afganistán, nosotros, de manera única, tomamos lado con el Ejército Rojo contra los reaccionarios islámicos respaldados por la CIA. La presencia soviética trajo la esperanza de la liberación a los pueblos afganos y especialmente a las mujeres esclavizadas por el velo y la ley islámica. En ese entonces proclamamos: ¡Viva el Ejército Rojo en Afganistán! ¡Extender las conquistas de la Revolución de Octubre a los pueblos afganos! Nos opusimos a la traicionera retirada de Afganistán por parte de Gorbachov y advertimos proféticamente sobre el impulso que ésta le daría a la contrarrevolución, señalando: “Es mejor luchar en Afganistan que en Moscú”.

En los centros urbanos a través del Medio Oriente hay un proletariado industrial moderno que tiene el poder social y el interés de clase para trascender las divisiones étnicas y religiosas y para barrer con el orden capitalista. La tarea es hacer al proletariado consciente de sus intereses, combatiendo todas las variantes del nacionalismo, incluyendo el nacionalismo “progresista” de la Organización para la Liberación de Palestina, y toda forma de fundamentalismo religioso. La clave es forjar una dirección revolucionaria basada en el programa de la revolución permanente de Trotsky, que enseña: “Con respecto a los países de desarrollo burgués retrazado, y en particular de los coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el Poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas” (La revolución permanente, 1929).

Trotsky enfatizó que “el destino ulterior de la dictadura [proletaria] y del socialismo dependerá, en último término, no tanto de las fuerzas productivas nacionales como del desarrollo de la revolución socialista internacional.” Hoy en día, en el Medio Oriente la lucha contra la guerra y la dominación imperialistas, y contra el opresivo dominio capitalista de los despóticos jeques, coroneles y gobernantes sionistas, no puede ser resuelta dentro de los confines de un solo país. La justicia para el pueblo palestino, la emancipación nacional de los kurdos y la emancipación de las mujeres del velo y la sharia (ley islámica), requiere que los fundamentalistas medievales en Irán y Sudán, los sangrientos carniceros en Siria e Irak, las monarquías reaccionarias en Jordania, Arabia Saudita y los estados del Golfo y los asesinos y enloquecidos gobernantes sionistas de Israel sean todos barridos. ¡Todas las fuerzas de EE.UU., la OTAN y los demás imperialistas fuera del Medio Oriente! ¡Israel fuera de los Territorios Ocupados! ¡Defender al pueblo palestino! ¡Por una república socialista del Kurdistán! ¡Por una Federación Socialista del Medio Oriente!

Estas luchas deben ser enlazadas a la lucha por la revolución socialista en los países capitalistas avanzados de Europa, Norteamérica y Japón. A lo largo de los centros imperialistas, los trabajadores inmigrantes y sus hijos representan un puente viviente que conecta la lucha de clases entre las metrópolis y las antiguas colonias, y enlaza a los inmigrantes racialmente oprimidos con el poder del proletariado en su conjunto. Una lucha contra la guerra y contra la opresión racial y nacional no puede ser llevada a cabo con la política de compromisos empujada por los socialdemócratas, los exestalinistas y sus colas en la llamada “extrema izquierda”. La lucha contra la guerra presupone un instrumento revolucionario de combate: un partido trotskista internacional. Ésta es la tarea a la que está dedicada la Liga Comunista Internacional.

La vasta maquinaria de la muerte en manos de los imperialistas es una medida del enorme progreso científico y tecnológico que la Revolución Industrial hizo posible. Hoy en día, la ciencia y la tecnología son empleadas principalmente para allanar el camino a la extracción de ganancias por parte de la burguesía, a través de la aplastante explotación de la abrumadora mayoría de la población mundial, amenazando la existencia misma de la civilización humana. Para hacer que la ciencia y la tecnología actúen en bien de la humanidad se necesita arrancar los medios de producción de las manos de los gobernantes capitalistas imperialistas y crear una economía planificada internacional. Sólo de esta forma podrá empezarse a satisfacer las necesidades de los miles de millones de trabajadores que actualmente están condenados a una terrible y embrutecedora pobreza, y podrá acabarse con la amenaza de la guerra de una vez por todas. Sólo la revolución socialista puede acabar con la guerra imperialista: ¡Reforjar la IV Internacional de Trotsky, partido mundial de la revolución socialista!

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